Por: Talía Lanata
El valor nutritivo de la carne de cerdo varía mucho, todo depende del corte que se consuma. El lomo de cerdo es tan magro como la pechuga de pollo sin piel, y posee tan solo 3 gramos de grasa por cada 100 gramos de carne. El 70% del contenido de grasa del cerdo se localiza justo debajo de la piel, lo que se le conoce como el tocino o chicharrón. Esta es la parte que se debe evitar debido a su alto contenido de grasa saturada y colesterol.
Además de proteína magra, el lomo de cerdo proporciona minerales como el selenio, el potasio, el hierro y el zinc. Cabe señalar que este último es esencial para el crecimiento y desarrollo en los niños y adolescentes, para la creación de células nuevas y para reforzar el sistema inmune.
La carne de cerdo también es rica en vitaminas del complejo B, las cuales sirven para metabolizar los alimentos y convertirlos en energía, así como para producir glóbulos rojos y mantener sanos los sistemas nervioso y cardiovascular.
Mientras mayor sea la calidad de la carne de cerdo, esta contendrá mayor valor nutritivo. Lo ideal es consumir carnes orgánicas para asegurarnos de que el animal haya recibido una alimentación natural, que haya sido criado en libertad, sacrificado sin sufrimiento y que no haya recibido antibióticos. Lamentablemente, por ahora no encontramos carne de cerdo orgánica en nuestra ciudad; por ello, yo recomiendo limitar su consumo. Aun así, cuando vaya a cocinarla, pida siempre al carnicero que elimine la grasa visible del corte de carne que está adquiriendo y prefiera técnicas de cocción saludables (al vapor, al horno, asado).
